Desde 2024 y hasta 2026, Nube Lab desarrolla un programa piloto de educación artística en cuatro escuelas básicas de la comuna de Santiago, en alianza con la Dirección de Educación de la Municipalidad de Santiago (DEM). Se trata de un proyecto inédito para Nube, que nos ha permitido sostener un trabajo profundo y continuo dentro del sistema escolar.

El propósito central del programa es contribuir al desarrollo integral de estudiantes, docentes y familias a través del arte, promoviendo aprendizajes interdisciplinares, habilidades socioemocionales y, especialmente, el pensamiento creativo como una forma de aprender, pensar y relacionarse.

Para avanzar hacia este objetivo, el programa se concibe como un piloto exploratorio que implementa distintas propuestas y metodologías de educación artística en cuatro escuelas, cada una con su propio contexto educativo y territorial. Esta dimensión experimental ha ido de la mano de un trabajo sistemático de investigación, medición y evaluación, fundamental para ajustar metodologías, ampliar dispositivos educativos y comprender, finalmente, cuáles son los mecanismos más efectivos para el desarrollo de la educación artística. La investigación nos ha permitido además construir una suerte de “fotografía” del panorama de la creatividad en las escuelas, dando cuenta de sus posibilidades, desafíos y condiciones reales de desarrollo.

El proyecto tomó forma en 2023, cuando Nube Lab se adjudicó la licitación para desarrollar un programa de educación artística en escuelas municipales de la comuna de Santiago. Ese primer año estuvo dedicado al diseño, al acercamiento a las comunidades escolares y a las primeras acciones exploratorias. En 2024 comenzó su implementación formal en las escuelas Cadete Arturo Prat Chacón, Provincia de Chiloé, República de Haití y República de Panamá, a través de distintas líneas de acción activadas de manera situada en cada escuela: la facilitación de recursos físicos —como mobiliario y materiales— y virtuales, mediante contenidos digitales abiertos de Nube; visitas pedagógicas al taller de Nube Lab, ubicado en el Parque Padre Hurtado; el programa itinerante Nube Va, que lleva experiencias artístico-lúdicas a los patios escolares e involucra a estudiantes, docentes y familias; programas de formación docente mediante cursos y capacitaciones en el Método Nube; y el desarrollo de un programa curricular en modalidad de co-docencia, donde artistas-profesores de Nube trabajan junto a docentes de las escuelas dentro del aula. Todo este trabajo fue acompañado por la aplicación de instrumentos de medición y su posterior sistematización.

Durante 2025, el programa entró en una etapa de profundización, fortaleciendo los procesos de formación docente, coordinados por Jacinta Silva, encargada de formación continua en Nube Lab, quien lideró el acompañamiento a profesoras y profesores de las escuelas participantes. A lo largo del año, la formación se desarrolló a través de cursos específicos y un acompañamiento continuo:

“Las y los profesores destacaron el poder atreverse a hacer cosas nuevas de manera acompañada. Se sentían más seguros al probar algo distinto, porque sabían que contaban con herramientas y apoyo para hacerlo”, comenta Jacinta Silva. Y agrega: “Este año tuvimos experiencias muy bonitas, donde profesoras y profesores pudieron aplicar actividades manuales a sus contenidos —en ciencias, historia y otras asignaturas— y vimos que eso tenía muy buenos resultados con los estudiantes”.

En paralelo —y como eje central del trabajo pedagógico durante 2025— se desarrolló un programa curricular en modalidad de co-docencia, donde la artista-profesora de Nube Javiera Álvarez trabajó junto a la profesora Camila Pérez en la asignatura de Artes Visuales de 6° básico de la Escuela República de Panamá. Ambas docentes implementaron distintas actividades del Método Nube, integrando nuevas técnicas, materiales, repertorios corporales y espaciales.

“Fue un año desafiante, primero por salir del Taller de Nube e intentar llevar esa experiencia al aula, y también por llegar a un colegio con lógicas propias y contextos complejos, marcados por realidades sociales y culturales muy presentes. Hubo dificultades disciplinarias y momentos de frustración, y la co-docencia implica encontrar un equilibrio entre las maneras de hacer de una artista y las de una profesora, algo que no siempre es sencillo”, señala Javiera Álvarez.

Sin embargo, como ella misma destaca, el arte cumplió un rol clave como espacio de encuentro dentro de la escuela: “La asignatura de Artes Visuales permite bajar las barreras de lo académico y abrir otros lugares de conocimiento, más personales y sensibles. A lo largo del año, lo más gratificante fue ir conociéndonos, ver cómo las relaciones iban cambiando y cómo aparecía la confianza para conversar temas que no siempre son fáciles”.

En ese contexto desafiante —o precisamente a partir de esas dificultades—, el cierre del programa curricular tomó la forma de una exposición pública, realizada en colaboración con el Museo de la Educación. La muestra reunió los trabajos artísticos desarrollados por las y los estudiantes a lo largo del año, trasladando el proceso vivido en el aula a un espacio patrimonial y abierto a la comunidad.

“El cierre con la exposición de fin de año fue especialmente significativo. Más que un cierre, fue una oportunidad para que las y los estudiantes pudieran ver todo el trabajo que dedicaron durante el año, reconocer sus propios procesos y sorprenderse con lo que fueron capaces de hacer. Me quedo con las conversaciones, con las discusiones, con cómo los afectos fueron cambiando a lo largo del año, con verlos más grandes, más seguros y más capaces”, comenta Javiera.

La experiencia no solo permitió visibilizar los aprendizajes y exploraciones realizadas, sino que también dejó una huella en las y los estudiantes. “Durante el año decían que no era fácil, que a veces costaba, pero aun así, hacia el final del proceso, aparecía mucho la pregunta por si esto iba a seguir el próximo año. Hay ganas de continuar”, señala Jacinta Silva. La exposición se convirtió así en un hito de cierre, pero también en una señal de proyección y continuidad del programa, a las puertas de su último año de implementación.