La conmoción sufrida por pestes y pandemias en la historia ha impregnado la producción artística de occidente desde la Edad Media en adelante. Numerosos grabados, dibujos, murales, cuadros, esculturas y narraciones han indagado e interpretado estos desastres desde distintos contextos culturales. Famosas obras como El triunfo de la muerte (1560) de Brueghel el Viejo, Los filisteos golpeados por la peste (1630-1631) de Nicolás Poussin o San Roque como patrón de la peste (1623) de Rubens, son interesantes fuentes sobre infección y muerte, pero también sobre el papel del arte en aquellas épocas y circunstancias.
Hoy, en tiempos de reclusión y cuarentena debido a la propagación del Covid-19, es fundamental poder registrar, reflexionar y expresar nuestros acontecer, como también revisar experiencias artísticas pasadas y cercanas que nos ayuden a comprender nuestro presente.
Por este motivo, decidimos reseñar tres reveladores ejemplos de creaciones sobre pandemia, realizados en distintos periodos y continentes.
Entre 1810 y 1815, el artista zaragozano Francisco de Goya y Lucientes realiza la serie Los desastres de la Guerra, 82 grabados donde se registran los horrores cometidos en la Guerra de la Independencia Española. La ocupación francesa de comienzos del Ochocientos, estuvo acompañada de hambrunas y terribles epidemias que azotaron a la población española del momento. En los grabados de Goya, hay escenas de apestados y carretas repletas de cadáveres. Crudos y realistas testimonios de ese entonces.
Para Goya, los padecimientos físicos no sólo quedaron plasmados en Hospital de Apestados (1808-1810) o Las camas de la muerte —grabado nº 62 de la serie citada— sino que también fueron parte de su propia vida.
Hacia 1819, el artista vivía aislado de la ciudad y la corte en la Quinta del Sordo a causa de una extraña enfermedad que lo abatía. A punto de morir, Goya es asistido por el médico Eugenio García Arrieta, quien logra mitigar sus fiebres y dolores con sus cuidados. En 1820, ya recuperado, el pintor se autorretrata en la obra Goya a su médico Arrieta como agradecimiento a los asertivos tratamientos del doctor.
En la parte inferior del cuadro Goya escribió:
Goya agradecido, á su amigo Arrieta: por el acierto y esmero con q.e le salvó la vida en su agúda y- / peligrosa enfermedad, padecida á fines del año 1819, a los setenta y tres años de su edad. Lo pinto en 1820.
En 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, Australia se había opuesto a todas las Potencias del Eje, batallando en Europa, el Mediterráneo y firmemente en el Sudeste del Pacífico contra Japón. Los militares estadounidenses y australianos que lucharon en los territorios del Pacífico se vieron peligrosamente asediados por la prehistórica y extendida enfermedad de la malaria, la cual terminó por matar a más de seis mil soldados norteamericanos en aquel periodo.
En ese contexto, la artista Nora Heysen, primera mujer en ganar el Premio Archibald en 1938 y primera mujer australiana nombrada artista de guerra oficial, registra con su pintura los campos de batalla, las salas de operaciones médicas y la vida cotidiana en los campamentos. En octubre de 1945, Nora Heysen sigue trabajando en las costas del noreste de Australia enfrentada a los riesgos de contraer malaria. Es ahí donde pinta el óleo Sponging a Malaria Patient, cuadro donde se puede reconocer al soldado Ken Glover afectado por esta letal e infecciosa enfermedad, que incluso hoy en día deja más de 600.000 muertes al año.
El 1 de mayo de 1944, Nora Heysen escribe una carta dirigida a sus padres contándoles sobre sus agitadas experiencias en la región de Papúa Nueva Guinea donde debe convivir con la malaria y soldados enfermos, dentro y fuera de las unidades médicas. Sus palabras son evidencia de lo aprendido durante ese tiempo que, probablemente, fue base para construir el cuadro citado anteriormente.
En la carta les dice a sus padres:
Hasta ahora he escapado del dengue y la malaria, pero los mosquitos me comen viva atravesando mi gruesa ropa y, además, toda la noche anterior hubo una emoción salvaje en el campamento.
La vida tiene muchas emociones aquí. Ayer subí a Satelberg escoltada por cuatro soldados, un entusiasta de las mariposas, un artista aficionado y un fotógrafo junto a un conductor recién salido de la cama con malaria, una experiencia que nunca olvidaré. La pista era espeluznante. Estuvimos atrapados media docena de veces y tuvimos que sacar los pies del barro. Finalmente llegamos a una milla de la cima y caminamos penosamente el resto del trayecto con mi caja de pintura, el equipo y nuestro almuerzo. Valió la pena.
Esta semana he pasado mucho tiempo en el quirófano haciendo bocetos preliminares para pintar una operación en progreso. Tres operaciones de apéndice seguidas me hicieron sentir verde, y tuve que hacer una salida apresurada. El cirujano, que es artista en su trabajo, siempre me llama cuando saca el apéndice para mostrarme la inflamación. Después de que el paciente ha sido operado, todos se sientan en el quirófano y beben y comen, con la cubeta de hisopos con sangre debajo de la mesa. Antes de que me permitan entrar a la sala de operaciones, tengo que ponerme una máscara y una bata. El pobre paciente, acostado allí esperando ser sometido, ve mi entrada como si dijera qué instrumento de tortura es este. Es fantástico encontrarme en esta atmósfera. Esta guerra nos enfrenta a fuertes e impredecibles cosas.
En 1992 se realizó la tercera y última versión de Mitominas, encuentros feministas interdisciplinarios y de muestras artísticas organizados por Monique Altschul en Buenos Aires. En esta oportunidad, el encuentro se tituló Mitominas III: Cóleras de América, pues estuvo centrado sobre la epidemia del cólera que, además de ser parte de la historia colonial del continente, por esos años atacaba nuevamente a gran parte del Cono Sur.
El objetivo fue evidenciar la situación de pobreza y miseria en la que se encontraba Argentina, lo cual había desembocado en este brote epidémico.
Por analogía, el término también refirió a la rabia de las mujeres en relación a los festejos del Quinto Centenario y a su propia situación de inequidad, represión y violencia arrastrada desde quinientos años atrás.
El encuentro se llevó a cabo durante un solo día en el Parque Lezama y más que obras o artistas en particular, Mitominas III queda como una experiencia aún por estudiar dentro del arte contemporáneo latinoamericano.
Aunque no contamos con imágenes de este último encuentro, sí tenemos las palabras que Monique Altuschul escribe en el folleto diseñado para la ocasión:
¿Por qué cóleras de América?
Por:
-la cólera de las mujeres y hombres de América por 500 años de represión y violencia.
-el cólera que se desparrama en nuestras tierras como símbolo de miseria y pobreza.
Hace miles de años, el Judeo-Cristianismo barrió con los coloridos dioses, diosas y espíritus de la naturaleza para reemplazarlos por un serio y barbado patriarca al que designaron como el Dios de todos. En América los misioneros iniciaron este proceso hace 500 años. A partir de entonces se impone la dicotomía cuerpo-espíritu. Se sostiene que el cuerpo es el mal y la fuente de impulsos lujuriosos, que corrompen la mente. Se identifica a la mujer con sensualidad, placer, el demonio, lo natural, lo animal, la Madre- Tierra. En cambio la mente-razón, lógica, intelecto es la “fuerza superior” encarnada en el hombre. Ampliando este razonamiento advertimos que la crisis ecológica de nuestros días es una clara consecuencia del desprecio por el cuerpo de nuestro planeta.
A las mujeres siempre se nos consideró “naturaleza” o “instinto”, por oposición al hombre que representa “cultura”. Para barrer con este mito apelamos a la ira acumulada en siglos de represión. Queremos legitimizar a la cólera, que no es violencia y puede ser una fuerza creativa. A través de ella queremos rescatar la esperanza y la energía para zafar de la “cultura del cinismo”. Incluimos al humor, al juego para mantener vivo un espíritu de ironía.
Queremos una sociedad que integre al hombre y a la mujer (y todos los dualismos binarios: cuerpo/mente; blanco/negro; civilizado/primitivo; hetero/homosexual; yo/otro; nuevo/viejo; sano/enfermo) en una nueva conciencia sintetizadora, en la que cada persona pueda despertar su creatividad interna.