Laboratorio de procesos creativos.
Parque Padre Hurtado, La Reina – Chile.
Organización sin fines de lucro.

Un taller en medio del parque: las visitas pedagógicas en Nube

Escribe Consuelo Pedraza: Artista visual e investigadora cultural. Licenciada en Artes y Licenciada en Estética (PUC).

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En medio del Parque Padre Hurtado —el segundo parque más grande de Santiago— se levanta el Taller de Nube: tres salas de madera, amplias y luminosas, con mesas hexagonales, pisos manchados de pintura, pizarras repletas de dibujos e imágenes. Afuera, un patio de maicillo alberga materiales, esculturas y trabajos de distintos participantes. Todo en este espacio habla de experimentación, un espacio vivo y en constante transformación. Es aquí, rodeado de materiales y posibilidades, donde estudiantes y profesores llegan a vivir las visitas pedagógicas de Nube.


Pero estas visitas no son solo clases de arte; son experiencias mediadas por artistas-profesores que buscan activar la curiosidad, la imaginación y la creatividad de cada estudiante. Siguiendo el Método Nube, un enfoque pedagógico nacional basado en el juego, la experimentación y el pensamiento artístico, estas actividades utilizan el arte como herramienta para un aprendizaje significativo y contextual.
Desde 2019, cerca de 80 cursos han participado en visitas pedagógicas, sumando aproximadamente 3.800 estudiantes y 70 docentes. Cada visita se concibe como un espacio de exploración y descubrimiento, donde los estudiantes pueden experimentar, equivocarse y aprender de formas distintas a las que ofrece la sala de clases tradicional.


Cuando una escuela o institución se acerca a Nube para solicitar una visita pedagógica, suele ser a través de un profesor motivado, muchas veces de artes visuales, pero no necesariamente. Más allá de los detalles técnicos, como duración o cantidad de participantes, lo que los docentes buscan es que sus estudiantes vivan algo fuera del modelo convencional: “Quieren generar una experiencia que se salga de lo común, que les permita conectar con ellos mismos y entre ellos”, explica Constanza Von Dessauer, encargada de gestión de ventas y relaciones públicas.


A menudo, los docentes no tienen una expectativa concreta de lo que ocurrirá, pero algo intuyen. “Muchas veces me gusta decir que esperan sorprenderse”, señala Coni. “Ponen su confianza en nosotros; es como decir ‘les dejo todo en sus manos para que creen una experiencia única y enriquecedora’”.
Antes de venir, la mayoría imagina poco y nada. Lo que sí despierta entusiasmo es la idea de que el taller está dentro de un parque: un entorno que ya de por sí resulta mágico y distinto al aula. Para muchos estudiantes, la experiencia comienza incluso antes de llegar. “El viaje en bus es parte de la salida: cursos que vienen desde comunas lejanas pasan largo rato atravesando la ciudad, y ese traslado rompe la rutina y prepara el ánimo”, comenta Miguel Maira, coordinador de taller y recursos.


Es Migue quien recibe a los grupos junto con las artistas-profesoras. El recorrido inicial es breve pero revelador: al entrar al taller se encuentran con contenedores llenos de materiales reciclados —tetrapack, tubos de cartón, pilas de papel periódico—, caminan sobre los pisos manchados de pintura y observan los trabajos que otros cursos dejaron antes que ellos. Se les cuenta que este es “un taller donde trabajan artistas”. “Es un choque inicial”, explica Migue. “Descubren que este es un espacio único, donde se les invita a atreverse, explorar y crear con libertad”.


Al llegar a la sala suele haber expectación y algo de confusión. “Hace poco recibimos un curso de enseñanza media, con la reticencia propia de la edad. Pero poco a poco se sueltan: dejan sus mochilas, participan, trabajan en el suelo, en las paredes o incluso en el patio”, cuenta Migue. En ese momento, el rol del equipo es clave: no se trata de dirigir con órdenes, sino de habilitar posibilidades.


El juego aparece como puerta de entrada. Los estudiantes de enseñanza media hicieron la actividad “Plumones”, en la que deben fabricar sus propios marcadores con materiales simples: un envase reciclado, anilina y un poco de algodón. Antes de comenzar, las artistas-profesoras conversan brevemente sobre las herramientas y formas de expresión en el arte, mostrando referencias e inspiraciones. Luego guían paso a paso la confección del plumón y, en grupos, los invitan a expresarse mediante consignas colectivas.
Lo que parte con timidez y cierta perplejidad va mutando poco a poco. Los estudiantes empiezan a ocupar el espacio con libertad, se ponen de acuerdo entre ellos, prueban colores y trazos. Lo que era un silencio expectante se transforma en risas, conversaciones y una algarabía creativa compartida.

Para los docentes que acompañan, también es un aprendizaje. Aunque mover a un curso completo nunca es fácil, destacan lo distinto del espacio, la metodología, la simpleza de las actividades, los resultados variados y la calidad de los aprendizajes que emergen. “Lo que más valoran es que aquí se promueve la experimentación: que los estudiantes tengan libertad para probar, equivocarse y crear sin presión”, afirma Coni.


Sin embargo, el mayor obstáculo sigue siendo económico. “Muchos colegios planifican la visita y sueñan con la experiencia, pero no logran concretarla por falta de recursos para costear el traslado y la actividad”, señala Coni. Solo en 2025, más de 60 establecimientos quisieron vivir una visita pedagógica y no pudieron hacerlo. El contraste entre la motivación inicial y la frustración de no concretar sigue siendo uno de los grandes desafíos de Nube Lab.


Ante este desafío, el deseo de Nube sigue siendo grande: que más cursos y colegios puedan visitarnos, que más estudiantes tengan la oportunidad de vivir la experiencia que ofrece nuestro taller, un espacio donde curiosidad, experimentación y creación se encuentran de manera única.
“Yo creo que lo que ellos se llevan es la capacidad de hacer las cosas distintas, de sentirse capaces de realizar un trabajo artístico y de sentirse validados también por otro adulto que no son sus profesores, que somos nosotros los artistas-profesores”, dice Migue. “Y todos dicen que quieren volver, que cuándo podrían volver”. Esa motivación refleja que una visita pedagógica en Nube no solo enseña, sino que transforma.

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