El pasado 20 de diciembre de 2024, “La carpa de la medusa” hizo su primera aparición en la Playa Chica de Las Cruces, localidad ubicada en el emblemático litoral de los poetas, en la comuna de El Tabo. Desde el amanecer hasta bien entrada la noche, esta iniciativa inédita ofreció un programa cuidadosamente tejido junto a la comunidad local, que combinó arte, ciencia y educación socioambiental. Con talleres participativos, charlas y una proyección audiovisual al aire libre, la playa se transformó en un aula viva para el aprendizaje colectivo.
Inspirada en la figura de la medusa como metáfora de adaptación y resiliencia frente al cambio climático, la carpa –construida con materiales reciclados de la industria pesquera– se diseñó como un espacio para el diálogo, el intercambio de saberes y la reflexión sobre el entorno costero. Este proyecto, liderado por Paula de Solminihac y co-producido por Nube Lab, con la curatoría de Carolina Castro Jorquera, une esfuerzos para revitalizar lo local a través del arte público y la colaboración comunitaria.
Un día de exploración y aprendizaje
Desde las primeras horas de la mañana, “La carpa de la medusa” cautivó a los visitantes con su enigmática presencia. A las 6 a.m., ya se habían congregado familias alrededor de esta estructura única, cuya sola apariencia despertó una curiosidad espontánea que marcó la energía de toda la jornada. A medida que avanzaban las horas, quienes inicialmente habían acudido a la playa para disfrutar del mar comenzaron a acercarse, colocando sus toallas cerca de la gran medusa y sumándose a las actividades, convirtiendo la carpa en un punto de encuentro.
La jornada comenzó con la voz de María Elena Hidalgo, una artesana histórica de la Punta del Lacho, quien compartió su visión sobre los cambios en el paisaje costero a lo largo de tres décadas. Más tarde, Constanza Allende, de la Biblioteca Escolar Futuro, utilizó el mito de la medusa para explorar junto a los participantes las conexiones entre el pensamiento mitológico y el científico.
Por la tarde, las biólogas marinas Celeste Kroeger y Eloísa Garrido, en colaboración con el artista Javier Otero, guiaron una actividad que fusionó arte y ciencia. Los asistentes observaron especies marinas bajo lupas y microscopios, plasmando sus descubrimientos en dibujos especulativos. La Mesa de Artesanos de El Tabo también estuvo presente: los artesanos Francisco Collio, Nancy Maureira, Gemita Molina y Sindy Cea ofrecieron obsequios inspirados en la medusa, creados con materiales propios de sus oficios.
El día culminó con una videoproyección al anochecer, creada por Ana Edwards y musicalizada por Aníbal Bley. Las imágenes iluminaban la carpa y la playa, creando una atmósfera mágica que evocaba el movimiento hipnótico de las medusas en el mar y que congregó a más de 50 personas.
Aula abierta: un modelo de aprendizaje colectivo
“La carpa de la medusa” demostró que el aprendizaje puede suceder en cualquier lugar, más allá de las aulas tradicionales, especialmente cuando se conecta con el territorio y surge de las propias comunidades. Con la arena bajo sus pies y el sonido del mar como telón de fondo, los participantes aprendieron, reflexionaron, compartieron saberes y, sobre todo, disfrutaron. “Es como estar en el colegio, pero más divertido”, comentó un participante al finalizar uno de los talleres. Lejos de ser un fin en sí mismo, el arte se transformó en un medio para fomentar el intercambio de saberes en sus múltiples formas: saberes científicos, artísticos y locales. De este modo, el arte habilitó un espacio para el aprendizaje colectivo, transformando el borde costero en una verdadera aula viva.
Esta experiencia fue el resultado de meses de trabajo conjunto con la comunidad local, mediante talleres realizados con científicas, artesanas, mariscadoras y escritoras. En estas sesiones, se exploró el comportamiento de las medusas y cómo sus características podrían inspirar mejores condiciones para la vida costera. Conceptos como resiliencia, flexibilidad, adaptación, transparencia y sencillez emergieron como claves en este proceso. A partir de estas reflexiones, las y los actores locales diseñaron y lideraron el programa del 20 de diciembre, convirtiéndose en protagonistas y dotando a la medusa de conocimientos profundamente arraigados en la comunidad.
Colaboraciones virtuosas
Al igual que las colaboraciones con la comunidad, personas, empresas e instituciones con visiones compartidas se unieron para hacer posible esta iniciativa. Entre ellos, CORFO, que contribuyó al financiamiento a través de su programa Factoría Creativa. Socios como Patagonia, Toyota y Bureo también jugaron un rol fundamental, recolectando redes de pesca desechadas que fueron transformadas en Netplus, un tejido de alto rendimiento con el que se vistió la carpa. Los tentáculos fueron creados a partir de cabos reciclados, donados por Recollect. Además, el apoyo del Departamento de Cultura de la Municipalidad de El Tabo y de la Estación Costera de Investigaciones Marinas UC fue crucial para la gestión y el desarrollo local del proyecto.
Estas colaboraciones demuestran que, frente a desafíos globales como el aumento del nivel del mar y los efectos del calentamiento global, las soluciones no discriminan fronteras y deben ser colectivas. Las alianzas y redes de colaboración, basadas en visiones compartidas, pueden ofrecer respuestas amables, involucrando a las personas en el proceso y, finalmente, fortaleciendo a las comunidades.
Una medusa viajera
Tras su primera aparición, “La carpa de la medusa” planea continuar su viaje, flotando como un enjambre por otros bordes costeros. En cada parada, buscará nuevas comunidades y aliados con las cuales crear, aprender y construir conexiones profundas con la naturaleza y su entorno.
Si quieres revivir los momentos destacados de esta jornada, te invitamos a ver el video que resume la experiencia: