Primera parte de una serie de cuatro textos escritos a partir de la investigación realizada por Victoria Guzmán en Nube Lab durante el primer semestre de 2020.
María Victoria Guzmán (1990) es investigadora especializada en museos, memoria cultural, identidad y representación. Es abogada con estudios de posgrado en Filosofía y Estética, y un MA en Industrias Culturales y Creativas de King’s College de Londres, Reino Unido, en el cual fue reconocida con el premio a la segunda mejor tesis de su generación. Actualmente se dedica a la investigación, la crítica cultural y la academia. Es fundadora del blog El Gocerío, dedicado a la crítica de arte en Santiago, y ha colaborado con revistas especializadas como Artishock, Rotunda, Palabra Pública y Oropel.
El objeto de esta breve investigación es aportar algunas luces sobre la relevancia e impacto de la educación artística en general, y del Método Nube en particular. No pretende ser exhaustiva, ni agotar los distintos aspectos que definen Nube. Más bien, busca ofrecer puntos de entrada, trazar caminos hacia el corazón de sus prácticas, hilando una narración que permita empezar a conectar a sus lectores con lo que Nube es y hace. Entretejiendo investigaciones sobre educación artística, testimonios de ex alumnos de Nube, y estudios sobre este método tan particular, nos acercamos a algunos de los fundamentos más importantes de esta metodología, al tiempo que descubrimos los tesoros, muchas veces ocultos, que ofrecen las pedagogías artísticas. Tesoros que se radican en los niños y niñas que participan en estos programas, pero que además irradian hacia afuera, como gotas que generan ondas expansivas al caer, influyendo a las comunidades escolares, familias, y redes afectivas de las que son parte[1].
Durante 10 años de trabajo, Nube se ha convertido en una de las voces más relevantes de la educación artística en Chile, ofreciendo una metodología que educando en y a través del arte contemporáneo y que busca entregar una educación humana, horizontal, afectiva y experiencial. Aunque nos hemos enfocado en Nube Curricular -el convenio entre Nube y la Corporación de Educación de Las Condes que permite a niños y niñas de sus establecimientos educacionales vivir la experiencia Nube como parte de su formación curricular de quinto básico – es importante notar que Nube tiene una diversidad de áreas que permiten llegar a otras comunidades, con otros medios y enfoques. Proyectos como Nube Ediciones, Nube TV, la Escuela del Artista Profesor, Nube Va, y Nube Plaza, expanden y acercan sus ideas, propuestas y proyectos a más personas. Inherentemente flexible, hoy el Método Nube también se ha adaptado a las cuarentenas producto de la pandemia, generado y circulando contenidos, recursos y actividades a través de una nueva iniciativa, Nube en Casa.
Hoy es casi un lugar común el decir que en un mundo cambiante y en permanente flujo el pensamiento crítico, la imaginación, la creatividad y la colaboración son más importantes que nunca. Estas habilidades cobran un rol fundamental al considerar los problemas a los que se verán enfrentadas las futuras generaciones: el cambio climático; los efectos de migraciones masivas; los desafíos de la desigualdad económica y social; y la creciente polarización del discurso público. A ello, se le agrega el impacto del COVID-19, cuyos efectos han exigido un profundo replanteamiento de nuestras formas de habitar este planeta. Hoy son cada vez más las voces que llaman a centrarnos en lo local; a reconectarnos con los saberes e historias de nuestra tierra y nuestra gente; aprender haciendo; a salir de la pantalla y sentir las manos en la tierra.
En este contexto, se hace urgente una educación acorde a los desafíos de este siglo, lo cual implica reevaluar las herramientas que se entregan en la escuela: ¿qué habilidades se priorizan, qué conocimientos son considerados relevantes, y qué formas de aprender se transmiten? Durante años ha primado una jerarquización de disciplinas que valora y reconoce ciertos conocimientos y formas de aprehender el mundo por sobre otros, lo que ha devenido en modelos educativos que operan bajo criterios funcionales, y se miden por resultados estandarizados[2]. En estos modelos, las artes se consideran “la guinda de un pastel”[3], o como planteaba Elliot Eisner “agradables, pero no necesarias”[4], con el consiguiente impacto en la distribución de tiempos de aprendizaje, presupuestos, y esfuerzos[5].
Sin embargo, para enfrentar los desafíos que nos trae el futuro, resulta indispensable poner de manifiesto el valor de la interconexión y del trabajo multidisciplinario, siendo una de las formas más destacadas para ello la educación artística[6]. La formación artística que ofrece Nube tiene la capacidad de vincular lo particular con lo general, permitiendo comprender y valorar nuestro contexto, reconocer la importancia de la diversidad, tolerar las frustraciones de aprender haciendo, fortalecer la identidad individual, y reconocer que una pregunta puede tener distintas respuestas, fomentando la creatividad, imaginación y originalidad.
Pero yendo más allá de las narrativas neoliberales que con estas habilidades justifican mayor presencia de las artes en el currículum escolar -pues es una visión que convierte a las personas en meros recursos humanos y valora la formación artística sólo como factor de crecimiento económico, productividad, industria y consumo-, aquí se destaca la importancia de los vínculos afectivos para aprender; la capacidad del arte de complejizar y enriquecer cómo vemos el mundo; y de entregarnos saberes corporales, históricos, artísticos y sociales. Además, insistir en la formación artística como un valor en sí mismo, con un repertorio de referentes, recursos y procesos, es impulsar diversas formas de expresión, representación y comunicación de valores y visiones de la experiencia humana. El arte no es secundario, ni puede reducirse a beneficios que van más allá de su cometido, como examinaremos con más profundidad en los siguientes textos.
Para finalizar esta pequeña introducción, es indispensable señalar la necesidad de más investigaciones sobre el impacto de la educación artística en las personas y comunidades. Por un lado, la investigación y evaluación de impacto facilitan el financiamiento de programas dedicados a ésta -ya que es cada vez más común que se solicite la medición de resultados para justificar los presupuestos asignados-, y juegan un rol fundamental en legitimar política, económica y socialmente estas iniciativas[7]. Por su parte, Nube ha aplicado con éxito un instrumento de medición que evalúa una serie de parámetros antes y después de la participación de los niños en sus talleres, cuyos resultados citaremos en los siguientes textos. Sin embargo, es importante destacar que la riqueza de lo que ocurre entre las paredes de Fundación Nube, en su espacio en el Parque Alberto Hurtado, es más que la suma de sus partes, y va mucho más allá de lo que se puede expresar y medir en cifras.
Con esto en mente, en las tres secciones que vienen se profundizará en una reflexión en torno a algunos de los elementos más importantes en la metodología de Nube. Estos son el uso y compromiso con el contexto; la relevancia de los afectos para crear espacios de experimentación exitosos; y el arte contemporáneo como caja de herramientas para la vida. Es importante destacar que estas no agotan las características de la metodología, y no son exclusivas a Nube. Sin embargo, las combinaciones y recombinaciones de estas tres características sí hacen de Nube un método único y particular, que se crea y recrea día a día con esfuerzo, cariño, y convicción.
Gran parte de lo que compartimos ya ha sido profundizado en el libro El Método Nube: Arte Contemporáneo + Educación (2019), lectura necesaria para quienes se interesan por la educación artística, su historia, sus referentes, y ejemplos tanto en Chile como en el mundo, así como en los detalles de esta metodología en particular. Recorriendo sus amables páginas comprendemos los procesos, ritmos y características de Nube.
UNESCO señala con preocupación la falta de estudios de proyectos de educación artística ejemplares que documenten sus fundamentos teóricos y señalen sus resultados, que puedan servir como guía para apoyar iniciativas futuras y argumentar a favor de la educación artística[8]. En este sentido, “El Método Nube” es un insumo que no sólo comparte una serie de “buenas prácticas”, sino que también gatillas reflexiones que pueden ser útiles para educadores, investigadores, y quienes están a cargo de nuestras políticas públicas culturales. Demostrando, finalmente, que el arte no es una guinda meramente decorativa, sino que la levadura misma, que da coherencia al total.
[1] Harland, J., Kinder, K., Lord, P., Stott, A., Schagen, I., and MacDonald, J. (2000). Arts education in secondary schools: effects and effectiveness; Campos, L. y Peters, T. (2012). Experiencias artísticas, resonancias biográficas.
[2] Ver: Ministerio de las Culturas (2019). Caja de herramientas para la educación artística. Valparaíso, Chile: Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio; Abad, J. (2009) Usos y funciones de las artes en la educación y el desarrollo humano. En: Jiménez, L., Aguirre, I., Pimentel, L., (coords). Educación artística, cultura y ciudadanía. Madrid: Fundación Santillana/OEI.
[3] Albano, A. en: Clouder, C. (2012) ¡Buenos días creatividad!: hacia una educación que despierte la capacidad de crear. Informe Fundación Botín 2012. Santander: Fundación Botín.
[4] Eisner, E. (2004). El arte y la creación de la mente. El papel de las artes visuales en la transformación de la conciencia. Editorial Paidós, Ibérica S.A. Barcelona.
[5] Giráldez, A. y Palacios, A. (2014). Educación artística en Iberoamérica: Educación Básica. Madrid: Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
[6] Ministerio de las Culturas (2019).
[7] Campos, L. y Peters, T. (2012); UNESCO (2006). Hoja de Ruta para la Educación Artística. Conferencia Mundial sobre la Educación Artística: construir capacidades creativas para el siglo XXI. Lisboa, 6-9 de marzo de 2006.
[8] UNESCO (2006).