Laboratorio de procesos creativos.
Parque Padre Hurtado, La Reina – Chile.
Organización sin fines de lucro.

El proceso de creación detrás del 2do Festival Esculturas Juegos: “Recreo: Volver a crear”

Quien escribe: Consuelo Pedraza.
Artista visual e investigadora cultural. Licenciada en Artes y Licenciada en Estética (PUC).

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Cada noviembre, el Parque Padre Hurtado se transforma en una fiesta gratuita y abierta a todo público, pensada para vivirse en comunidad: Es el Festival Esculturas-Juegos de Nube Lab, que desde este año pasa a llamarse Festival Nube. En este gran encuentro, esculturas-juegos —obras diseñadas para tocar, trepar, mover y explorar— conviven con talleres, actividades, juegos, zonas de descanso y espacios de conversación. Allí, arte, juego e imaginación convocan a personas de todas las edades.

Para que este evento suceda con semejante diversidad de propuestas, se necesita de muchas cabezas imaginando y creando juntas. Así nacen las Residencias de Innovación Social: procesos creativos y colectivos que dan forma al festival. En ellas, artistas, comunidades y expertos se reúnen a imaginar, diseñar, prototipar y crear no sólo esculturas-juegos, sino también talleres, activaciones y experiencias que invitan a jugar y aprender juntos.

En 2024 realizamos la segunda residencia, titulada “Recreo: volver a crear”, que dio vida a la segunda edición del festival, donde 1.800 personas disfrutaron y jugaron en esculturas-juegos, talleres y charlas. Pero lo que se vivió en el parque fue apenas la punta del iceberg: detrás había meses de trabajo compartido, pruebas, errores y hallazgos que hicieron posible cada detalle.

Ese año invitamos a seis artistas con diferentes trayectorias —Rocío Guerrero, Pablo Rodríguez, David Atencio, Laura Castañeda, Diego Silva y Florencia Varela— a trabajar en duplas creativas. El objetivo –y desafío– era explorar el potencial estético y lúdico de materiales descartados y darles una segunda vida a través del juego.

Durante meses, el Taller Nube se transformó en un laboratorio abierto. Los artistas residentes se reunieron periódicamente junto al equipo Nube, estudiantes universitarios y expertos invitados –entre ellos el escultor y docente Cristián Salineros y la psicóloga del juego Valeska Grau– a intercambiar ideas, experimentar con materiales, idear prototipos y ponerlos a prueba. El testeo fue una parte esencial del proceso: varias escuelas nos abrieron sus puertas para que niñas y niños probaran las primeras versiones de esculturas-juegos en sus recreos escolares, entregando una retroalimentación tan valiosa como inesperada.

La dupla Rocío Guerrero y Florencia Varela centraron su investigación en cámaras de bicicleta desechadas, un material que puede tardar hasta 100 años en degradarse, pero que posee elasticidad, resistencia y un rebote suave. Experimentaron tejiendo y anudando el caucho, creando redes y trenzas que luego se probaron con estudiantes de la Escuela República de Haití (Santiago). Inspiradas por las observaciones e interacciones de los niños —y por las posibilidades de juego que ellos mismos inventaban— concibieron un espacio llamado “Centro Neumático”, un patio de juegos de caucho formado por paredes trenzadas y elementos lúdicos que invitan a jugar, interactuar y crear nuevas dinámicas en cada encuentro.

David Atencio y Diego Silva enfocaron su trabajo en desechos textiles. Durante una rápida observación en el Taller Nube, descubrieron un material clave: en el programa curricular Nube, las y los estudiantes usan una polera durante todo el año para proteger su uniforme escolar. Con el tiempo, estas poleras se acumulan, generando una oportunidad para repensar su destino.

La segunda inspiración surgió del sencillo acto de tender ropa, un gesto cotidiano que aprovecha la energía natural del sol. A partir de esto, los artistas comenzaron a diseñar una dinámica de juego que solo requería cuerdas y poleras. Un juego de ingenio cuyo objetivo era reorganizar las poleras según sus colores. La interacción con estudiantes del Colegio Ciudadela Montessori fue esencial para ajustar niveles de dificultad y modalidades, dando origen a “Tendedero”, un espacio que fomenta la comunicación, el trabajo en equipo y la resolución de problemas.

Pablo Rodríguez y Laura Castañeda, por su parte, exploraron materiales cotidianos como alambre envuelto en calcetines, ollas e instrumentos de cocina en desuso. De esta experimentación surgió la dinámica de encestar pelotas de calcetines a través de aros flexibles, pero fue durante la interacción con estudiantes de la Escuela Provincia de Chiloé donde se hizo evidente la necesidad de aumentar la escala, para hacer más desafiante la interacción. Con la colaboración de la arquitecta Florencia de la Maza, la propuesta se transformó en “Achunte”, grandes estructuras de madera con formas de flores e insectos, con orificios a distintas alturas que invitaban a ejercitar precisión y puntería.

De estas exploraciones no solo nacieron esculturas-juegos, sino también parte de la programación del festival. Cada proyecto abrió nuevas posibilidades que se tradujeron en talleres y activaciones durante los días de encuentro en el parque.

El potencial de transformación del calcetín nos recordó que no solo podía ser una pelota, sino también un títere. Así, Laura Castañeda realizó un “Taller de títeres de calcetín”, tan exitoso que tuvo que extenderse a una segunda sesión por la cantidad de personas que querían confeccionar el suyo. El acto de trenzar caucho evocó el gesto íntimo de hacer pulseras o brazaletes con macramé. Inspirada por ello, Rocío Guerrero llevó a cabo un “Taller de trenzado”, donde los participantes experimentaron con distintos materiales hasta confeccionar sus propias pulseras. La potencialidad de “Tendedero”, en tanto, mostró su capacidad de adaptarse a diversos contextos y públicos mediante la modificación de sus instrucciones y niveles de dificultad. Esa versatilidad dio pie a dos activaciones lideradas por David Atencio, que invitaban a los visitantes a sumarse a desafíos colectivos cada vez más complejos y extensivos.

En medio de la residencia 2024 se sumó un nuevo aliado: el programa Nestlé por Niños Saludables, lo que amplió el desafío creativo hacia un terreno fundamental: explorar la alimentación desde el juego y el arte. Este programa busca fomentar hábitos de alimentación y vida saludable en niñas y niños, y en 2023, en un contexto post-pandemia, surgió la necesidad de diseñar nuevas estrategias educativas presenciales que tuvieran un impacto real en la forma en que los niños se relacionan con los alimentos. El encuentro con Nube fue natural: mientras ellos buscaban generar experiencias de aprendizaje significativas, nosotros proponíamos el arte, el juego y la creación colectiva como vehículos para despertar curiosidad y acercar el aprendizaje a la vida cotidiana de manera sensible y práctica.

Se abrió así una segunda línea de investigación y creación dentro del mismo proceso. La residencia se amplió integrando al equipo de nutrición de Nestlé, a expertos del mundo de la alimentación —el chef nacional Juan Pablo Mellado, el doctor en neurociencias y especialista en microbiota Ismael Palacios, y la agrónoma Carolina Fredes, experta en tecnología de alimentos— y a las artistas-profesoras de Nube, quienes comenzaron a explorar el vínculo entre materiales, juego y aprendizaje en torno a la alimentación.

Inspiradas en los colores de los ingredientes y en el equilibrio visual de un plato saludable, las artistas-profesoras Javiera Álvarez y Antonia López crearon “calderos giratorios” a partir de piezas de bicicletas en desuso. Estos calderos funcionaban como ollas donde, en lugar de alimentos, se mezclaban colores: al girar a gran velocidad, las combinaciones cromáticas daban forma a obras pictóricas que evocaban platos tradicionales de la cocina chilena. La experiencia fue testeada con más de 120 niñas y niños del Colegio Cardenal Raúl Silva Henríquez (Puente Alto), y culminó en la experiencia “Recetario”, que convierte la cocina chilena en una exploración lúdica y pictórica.
La segunda experiencia fue el “Mapa de las papas”, que surgió de la pregunta por cómo acercar a niñas y niños a la enorme diversidad de este alimento. Laura Castañeda y Francisca Torres se inspiraron en el archipiélago de Chiloé, cuna de cientos de variedades nativas, y diseñaron una gran mesa interactiva donde se podían descubrir pistas y sellar el recorrido con timbres de papas. Testeado en el Liceo Manuel Barros Borgoño (Santiago), el juego permitió a más de 140 estudiantes aprender de forma tangible y entretenida sobre la importancia cultural y alimentaria de las papas.

Finalmente, Laura Castañeda diseñó la experiencia “La comunidad de las bacterias”, pensada especialmente para la primera infancia. A partir de la metáfora del viaje de los alimentos al interior del cuerpo, propuso moldear bacterias en plasticina y llevarlas a un gran túnel construido con tubos y cartón. La experiencia fue testeada en el Jardín Infantil Integra de La Florida, donde más de 120 niñas y niños de 3 a 5 años exploraron de forma lúdica y sensible el mundo invisible de la microbiota. El contenido educativo que acompañó esta propuesta fue desarrollado con el apoyo de Ismael Palacios, asegurando un cruce sólido entre arte, ciencia y juego.

Tanto en “Recetario” como en “El mapa de las papas” las y los participantes no solo jugaron y aprendieron: también crearon obras pictóricas y gráficas. Para acompañar ese gesto, diseñamos para el festival un “taller de enmarcado” que les permitió transformar sus creaciones en piezas listas para colgar en sus hogares, convirtiéndose así en artistas de sus propios procesos. Asimismo, de este cruce entre arte, juego y alimentación surgió también una charla dentro de la programación del festival, sobre cocina sustentable y salud intestinal, junto a Palacios y Fredes. Esta conversación conectó de manera directa las experiencias con reflexiones y consejos aplicables a la vida cotidiana.

Del 22 al 24 de noviembre del 2024, la segunda edición del festival presentó seis esculturas-juegos nuevas, junto a talleres y charlas nacidos directamente de este proceso creativo. Más que un resultado, el festival ofrece un espacio donde el arte y el juego se encuentran en el espacio público y se ponen al servicio de la comunidad. En Nube Lab imaginamos, diseñamos y creamos, junto a artistas y especialistas, experiencias que exploran lo sensorial, lo lúdico y lo colectivo, e invitamos a niños, jóvenes, familias y comunidades a vivir y disfrutar de dichas experiencias: a imaginar, jugar, crear y compartir. Así, el festival se convierte en una oportunidad para fortalecer vínculos, generar calidad de vida y mostrar cómo la imaginación y la creatividad pueden ser herramientas de bienestar para todos.

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