El viernes 9 de mayo abrimos las puertas de nuestro taller en el Parque Padre Hurtado para recibir a más de 60 personas —profesoras y profesores, estudiantes en práctica, mediadores culturales y familias— en el Primer Encuentro de Experiencias Docentes de Nube Lab. La convocatoria superó nuestras expectativas, pero lo que realmente nos sorprendió fue el ambiente que se generó: cálido, cercano y abierto.
Sabíamos que hacía falta un espacio así: un lugar donde compartir lo que se vive día a día en las salas de clases. Solo profes hablándoles a otros profes. Un espacio para experiencias reales, inspiradoras, a veces difíciles, pero siempre honestas.
Diseñamos este encuentro como un momento íntimo de escucha mutua. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Se habló de bienestar docente, de la importancia de cuidarse entre colegas, de conectar con la comunidad, con uno mismo y también con la naturaleza. Testimonios que nos invitaron a reflexionar sobre cómo el arte tiene la potencialidad de hacernos estar presentes, y cómo esa presencia es clave en los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Durante el encuentro, Catalina Moreno compartió reflexiones sobre el valor de la colaboración, la confianza y el apoyo entre colegas como forma de abrir espacio a las artes en contextos desafiantes. Habló también sobre cómo el uso del cuerpo en la relación entre docentes puede generar intimidad, fortalecer vínculos y transformar las dinámicas dentro de la escuela. Venay Donoso y Joan Báez presentaron un taller de convivencia escolar dirigido a pares docentes, basado en experiencias en contextos rurales y urbanos de la Región Metropolitana. Su propuesta busca humanizar la educación, reconociendo al otro —no solo al amigo cercano— como parte esencial de la comunidad educativa. Amalia Pascal relató una experiencia de Aprendizaje Basado en Proyectos junto a un 8° básico del Colegio Bicentenario Artístico Santa Teresa de Machalí. Allí, los y las estudiantes investigaron los flujos de agua de su entorno, se vincularon con la comunidad local y culminaron el proceso con una intervención artística en el espacio público, convirtiendo la escuela en un espacio cultural activo, especialmente en sectores donde no existen otros. Finalmente, Teresa Franco compartió su experiencia en el Liceo Penitenciario Herbert Vargas Wallis de Santiago, donde, a partir de la pregunta “¿existe la belleza en este lugar?”, adultos privados de libertad exploraron nuevas formas de mirar y transformar su cotidianidad a través de la pintura de paisajes.También nos acompañó Fundación Mar Adentro, presentando su programa Docente Activo, que promueve experiencias educativas sensibles y conectadas con el entorno natural, aprendiendo a través de la observación y el compartir saberes.


Quienes asistieron prestaron atención con respeto y curiosidad. Se tomaron notas, se rieron con los chistes de profes, se escucharon con ganas. Las preguntas no se hicieron esperar: ¿cómo tener educación ambiental incluso en contextos urbanos? ¿Cómo atraer a los adultos en contextos de mediación cultural? Además, hubo estudiantes en práctica que pidieron consejos y recomendaciones a colegas más experimentados. Compartir, conversar y escuchar resumieron la experiencia. Muchos querían quedarse conversando más rato. Quizás ese sea el mejor síntoma de que este tipo de espacios son necesarios.


Como nos comentó Jacinta Silva, encargada de formación de Nube Lab: “Este encuentro nos reafirmó algo que intuíamos: que hay un profundo interés por escuchar a docentes hablar desde su experiencia cotidiana, sin necesidad de que sean académicos, ni famosos, ni influencers. Solo profes compartiendo lo que hacen y cómo lo viven. Y eso, por sí solo, ya es una forma de cuidarse y transformar la educación.”
Mientras esto ocurría en una de nuestras salas, en el taller de al lado niñas y niños creaban títeres sin prisa. Como todos los viernes por la tarde, abrimos las puertas a la comunidad de manera gratuita, ofreciendo nuestro espacio, materiales, juegos y actividades. Niñas y niños construían títeres, dibujaban y jugaban acompañados por sus madres y padres, guiados por una artista-profesora que los ayudaba a dar forma a sus ideas. Ese cruce entre lo formativo y lo lúdico, entre docentes y familias, terminó de darle sentido a la jornada: un mismo espacio acogiendo múltiples formas de encuentro, creación y aprendizaje.





