Laboratorio de
procesos creativos.
Santiago – Chile.

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Hacer taller

  • Texto escrito por Carla Pinochet Cobos (1983). Antropóloga social de la Universidad de Chile y doctora en Antropología de la Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana, México. Se desempeña como investigadora y docente en torno a dos áreas de especialización: la antropología de los procesos artísticos contemporáneos, y los estudios sobre prácticas culturales en América Latina.

En el inicio de este nuevo ciclo, Nube se presenta ante el observador como un espacio de intersecciones. Convergen en él un conjunto de actores diversos; múltiples disciplinas y roles; distintas experiencias, experticias, inquietudes, modos de hacer. Es en el marco de estos cruces que va cobrando forma, ya desde las primeras jornadas, una particular dinámica de trabajo que invita a prestar atención al concepto que nombra y sienta las bases del proyecto: la noción de taller. ¿Cómo se hace taller en el contexto Nube? ¿De qué formas estas prácticas actualizan los sentidos de un concepto tan vasto y, hoy por hoy, tan popular en el ámbito artístico y cultural? Nos detendremos en tres líneas fundamentales de la noción de taller, como un modo de narrar algunos de los múltiples procesos que han ido emergiendo en estas primeras semanas del programa.

1. El taller es un lugar para construir

Tanto en sus resonancias corrientes como en sus sentidos más metafóricos, un taller es un espacio en el que ciertas cosas se fabrican, se reparan, se transforman o se construyen. Entran insumos y salen productos, y el taller es, entonces, aquello que acontece entre medio: la cocina, la trastienda, el work in progress.

Nube busca activar aprendizajes basados en la experiencia. Durante las primeras semanas, en consecuencia, uno de los principales desafíos que enfrentan los artistas – profesores es el de comenzar a establecer una dinámica en la que el proceso constituya un valor en sí mismo. Algunos recursos del Taller, generados desde el diseño pedagógico en función de las necesidades curriculares, constituyen un aporte en este sentido: si la cultura escolar tradicional suele dar prioridad a los resultados a la hora de calificar el trabajo de los alumnos, Nube ha desarrollado herramientas de autoevaluación que exigen a los niños reflexionar acerca de todo el proceso experimentado. Pero es en el desarrollo de las actividades mismas donde esta tarea encuentra las resistencias más significativas. En efecto, las diversas instrucciones que los artistas ofrecen a sus grupos bien pueden ser observadas como un paulatino intento de debilitar estas concepciones tan arraigadas en los niños. Los monitores los invitan a experimentar; a atreverse a hacer, rayar, pintar y equivocarse si es necesario. “La idea es que empiecen a probar y vean cómo les resulta”, les señala Esperanza[1] a sus niños, tras darles los lineamientos para componer sus ciudades geométricas. “Esto es prueba y error”, dice Marge[2], siguiendo uno a uno los procesos de los alumnos de su grupo. Antonia[3], por su parte, les recuerda a los suyos que no sólo importa el resultado final.

Hay niños que demuestran gran autonomía, pero la mayor parte de ellos necesita asistencia y afirmación de parte de sus tutores, a quienes preguntan continuamente “cómo está quedando” el trabajo. “¿Me lo puede hacer usted?”; “Yo lo voy a hacer al revés?”, son frases recurrentes de los niños. Los artistas alientan los esfuerzos de los estudiantes, intentando infundirles confianza y potenciar el desarrollo de una voz propia. Javier[4] los invita a vencer el “miedo” de pintar sobre las poleras, y los incentiva a experimentar. Una niña enseña su mandala de plasticina a David[5], y le pregunta si puede “poner esto aquí”. David le ofrece una contrapregunta: “Pero, ¿a ti te gusta que eso quede así?”. El diálogo que entablan los “tíos” con sus niños permite que ciertas inseguridades vayan retrocediendo. En las distintas mesas, los distintos artistas-profesores les recuerdan lo que constituye un verdadero mantra de Nube: “no hay resultados equivocados”, “lo que importa es el proceso”. Como apunta E. Ander- Egg, la lógica del taller “es una pedagogía de la pregunta, antes que la pedagogía de la respuesta propia de la educación tradicional” (1991). Gran parte del tiempo, la tarea de los artistas guarda relación con ofrecer nuevas perspectivas y buscar soluciones creativas a partir del trabajo de los niños: convertir los errores en nuevas formas, dar otros significados a lo que a los niños les parece deficiente. “No se preocupen si se mancha —les dice Pablo[6]—. La idea es que quede bonita, pero no importa si se les cayó un poco de pintura. A lo mejor pueden usar esa mancha para hacer un dibujo”. El ejemplo es uno de los recursos de los que disponen los artistas -profesores para estimular la creatividad de los niños: los “tíos” también trabajan en sus propias creaciones, y mientras las desarrollan van dando ideas y explicitando técnicas que pueden resultar inspiradoras para los demás. Cuando un niño descubre una solución innovadora, los artistas-profesores muestran sus logros y hacen visible el proceso que está detrás. Van nombrando las estrategias artísticas que, de forma innata, desenvuelven los niños. “Él descubrió que cuando tienes dos colores y rayas encima, aparece el color de abajo”, apunta Pablo a partir de la composición de uno de los niños. “¡Miren! —dice Javier—. El compañero está utilizando el método de chorreo”. También estos ejemplos les sirven para elaborar reflexiones más conceptuales. Al hacer sus plasticinas reversos, un grupo de niñas descubren que en la figura que una de ellas creó “aparece” un pescado, y David aprovecha para reflexionar con ellas acerca de cómo el producto es diferente de su referente. “¿Ven? —les dice—, aquí no es un pescado. Aquí es una figura abstracta”. En la propia producción artística de David, en el mundo del teatro, el problema de la abstracción ocupa un lugar privilegiado.

Un taller es un espacio para los haceres, donde buena parte del aprendizaje sucede a través del descubrimiento. Nube busca encarnar aquella tradición del taller como un lugar donde, más que enseñar, se ayuda a aprender. No hay soluciones únicas, caminos excluyentes, ni formas definidas de hacer las cosas. El taller es, en estos sentidos, aquella instancia donde es posible encontrar un conjunto determinado de recursos, a los que se les puede dar usos múltiples e incluso insospechados. Las herramientas que reciben los niños en Taller Nube son finitas, pero las posibilidades que se abren con ellas sólo cobran sus reales dimensiones en el ejercicio práctico.

Fotografías por Bernardita Bennett. Estudiantes realizando la actividad Poleras en el taller de Nube (2014).

2. El taller es un espacio de interacción cara a cara

“La historia del taller muestra una receta que une estrechamente a la gente”, apunta el sociólogo R. Sennett en su libro “El artesano”.  En los albores de la modernidad, ante la emergencia de la fábrica y la industria como nuevo modelo de producción, la noción de taller permitió a diversos pensadores —Marx, Fourier y Saint-Simon, entre ellos— imaginar un último reducto para el trabajo humano; “un lugar en el cual el trabajo y la vida se entremezclaban” (Sennett, 2012). Esta genealogía del concepto pone de relieve una dimensión medular de esta modalidad de trabajo: en el taller se aprende haciendo junto con otros, puesto que la trama de relaciones sociales que lo constituyen se encuentra marcada por la presencialidad, la cooperación y el vínculo directo entre sus participantes.

El mes de inicio de Nube constituyó un período de ajustes, en el que este rasgo constitutivo de la lógica de taller se ve enfrentado a las nuevas condiciones y dimensiones del proyecto. La Lechería recibe, en este ciclo, una cantidad considerablemente mayor de estudiantes en cada una de las jornadas de trabajo, imponiendo una serie de dificultades que tienen que ver con el orden y la conducta general de los niños. De este modo, el hacer taller en esta acepción del término representa una de las tareas más complejas para el equipo de Nube, aun cuando este incremento en los niños inscritos se ha correspondido con un crecimiento significativo en la cantidad de artistas-profesores demás actores involucrados en la realización de las actividades (profesores, inspectores y paradocentes de los colegios, entre ellos). No resulta una tarea menor el construir un clima colaborativo y personalizado en una gran sala emplazada en el medio de un parque, donde conviven por una hora y media hasta sesenta niños de aproximadamente diez años.

Mantener el espíritu de taller en estas nuevas circunstancias depende, en buena medida, de la capacidad que los artistas–profesorese muestren para establecer vínculos estrechos con los niños que forman parte de sus grupos. En las primeras semanas, una de las principales estrategias desplegadas es la rápida memorización de los nombres de cada uno de ellos. David inventa un juego que logra mantener a todo el grupo concentrado y divertido: debe completar el círculo de nombres sin equivocarse una sola vez, desatando risas con los errores o confusiones. Otros artistas aprovechan la instancia inicial de la toma de asistencia para ejercitar la memoria, poniendo mucha atención a las caras y valiéndose del cuadro de visual data que se ha diseñado para llevar esta cuenta. La actividad de pintar sus propias poleras contribuye eficientemente a estos propósitos: algunos de ellos escribirán su nombre propio, otros tan sólo una inicial. Las instrucciones que les entregan los “tíos” enfatizan la importancia de que las poleras reflejen sus intereses y gustos personales. Marge les señala que lo importante es que sea un diseño propio: “La idea es que cada uno encuentre su propia identidad y la refleje en la polera”, les explica, invitándolos a que desarrollen un sello personal. “Si a mí me gusta la naturaleza, entonces le puedo poner unas plantitas. O quizás me gusta el fútbol…”, agrega. Entre los niños comentan y comparan sus decisiones. “Mi polera va a ser del Manchester City,  del Kun Agüero, que es celeste”, señala orgulloso uno de los niños, aprovechando el color base de la polera de su grupo.

Los modos específicos en los que los distintos artistas-profesores entablan vínculos con sus niños son diversos, de acuerdo a las personalidades, estilos y experiencias particulares de cada uno de ellos. Algunos artistas eligen un trato informal, movilizando un vocabulario cercano a la realidad de los niños e interpelándolos desde la horizontalidad; otros, por su parte, prefieren construir relaciones más “respetuosas”, utilizando el “usted” en vez del “tú” y evitando las expresiones coloquiales. Parte de la tarea de los tutores es conocer las particularidades del grupo: distinguir a los alumnos más problemáticos, identificar maneras de conducir la dinámica que fomenten la concentración y participación de los niños, conocer las necesidades y los ritmos de cada uno de los miembros del grupo.

En tanto sesiones iniciales, estas semanas de trabajo fueron también una instancia clave en la definición de las reglas implícitas de Taller Nube. Las interacciones entre artistas-profesores y niños pueden observarse, en esta medida, como una exploración de los límites de lo que puede y no puede hacerse en el contexto de este taller. Cuando preguntamos a los alumnos acerca de qué cosas podían hacerse en Nube, la mayor parte de las respuestas guardaban relación con procesos creativos: pintar o modelar, “expresarse”, “hacer arte”. Al dar vuelta la pregunta e indagar en qué cosas ellos percibían que no pueden hacerse en Nube, casi todos mencionaron aspectos relativos a la conducta: “correr”, “tirarse cosas”, “molestar” o “ensuciar a los demás”, “salir al parque sin permiso”. Ante las situaciones específicas de conflicto, el equipo Nube intenta imponer el diálogo y potenciar la construcción conjunta de un buen clima de trabajo. Cuando un grupo de niños sale corriendo de La Lechería, Elena[7] va tras ellos para explicarles que deben pedir permiso: “Estamos en un parque y todos queremos salir —les dice—.  Como es el primer día, la forma de generar confianzas es preguntar”. Aunque en muchas ocasiones los artistas-profesores se ven en la necesidad de llamar a la disciplina, suele primar un tono comprensivo que se distingue de las órdenes secas de los inspectores y algunos profesores del colegio. “Necesito que dejen de correr y me escuchen. ¿Se acuerdan que les dije que cuando hable me tienen que escuchar?”, les explica Ignacia[8] al grupo de niños a su cargo. En todos los grupos, a medida que avanza la hora, se  va imponiendo un ambiente más disperso y ruidoso que hace más difícil la concentración. Los niños han avanzado en sus creaciones a ritmos diferenciados, y hacia el fin de la hora resulta complejo articular una dinámica conjunta que los agrupe a todos.

El trabajo de taller se encuentra atravesado por una lógica colectiva y copresencial, e incluso cuando cada quien tiene sus propios roles y tareas individuales, los haceres tienen lugar en un clima de estrecha comunicación y convivencia con los otros. Los esfuerzos del equipo de Taller Nube contribuyen a la construcción de esta dinámica de sociabilidad estrecha, aunque se enfrentan en la práctica con diferentes dificultades vinculadas a la conducta de los niños. A medida que los “rituales” del taller —la llegada, la organización por grupos, la toma de asistencia, el inicio y desarrollo del trabajo, el orden de los materiales, etc.— van volviéndose más cotidianos, es posible que también la dinámica de grupo vaya estabilizándose y dando lugar a un contexto de confianza y familiaridad para los niños.

Fotografías por Bernardita Bennett. Artistas-profesores guiando la actividad Poleras en el taller de Nube (2014) .

3. Un taller involucra compromiso de parte de los participantes

El taller, finalmente, es aquel espacio de producción en el que las cosas que se construyen nos hablan directamente de sus creadores. Trazando una continuidad entre las tejedoras de la antigüedad clásica y los actuales programadores de código abierto (Linux), Sennett distingue en el taller un modus operandi que se distingue por el compromiso de sus participantes con el trabajo que están haciendo; con el proceso mismo independiente de los productos que se manufacturen. “El artesano representa la condición específicamente humana del compromiso”, señala el autor (2012), reflexionando acerca del taller como hogar del artesano. En sus diversas expresiones en los campos culturales contemporáneos, las dinámicas de taller connotan un grupo humano que se involucra activamente en la ejecución de una tarea conjunta, que reúne a los distintos actores —alumnos, mediadores, docentes— en torno a un horizonte común. La metodología del taller es inseparable de un proceso participativo, en el cual la teoría y la práctica se ven confrontadas, y los procesos de aprendizaje se encuentran marcados por una lógica relacional: relaciones entre los individuos; entre los individuos y el espacio; entre los individuos y los productos; etc. Se trata, entonces, “de un tejido semántico en el que se construyen individual y colectivamente redes de sentidos, de descubrimiento de los sentidos de los otros” (Riaño, 2000).

Tallerear, verbo utilizado con frecuencia en el campo de la escritura creativa para aludir a las jornadas de trabajo colectivo a partir del texto de uno de los creadores, trae a la luz mucho más que una discusión en grupo. “La actividad implica –señala la guatemalteca Gloria Hernández– un compromiso por parte de cada uno de los participantes de poner toda su atención a todo relato incipiente que se aporta al taller.  La atmósfera en este espacio resulta intensa y personal, contraria a la relajada y fría de un salón de clases normal”. Las interacciones entre los pares son significativas para la conformación de una dinámica de un taller, pues se aprende tanto de los “maestros” como de los compañeros de labor. Así, no sólo los artistas-profesores estimulan el trabajo bien hecho, sino que también es importante el reconocimiento espontáneo que surge entre los niños. “Te quedó buena, Francisco, eres un artista profesional. ¡Un Picasso!”, le dice un estudiante a otro. Apretados en torno al mesón, un grupo de niños descubre por sus propios medios que un esténcil de “b” bien puede servir para hacer una “d”.

La capacidad de Taller Nube de llevar a la práctica los preceptos y conceptos que lo fundan depende, en buena medida, de lograr activar diversas formas de compromiso en todos los actores involucrados. En primer término, a nivel de equipo, el trabajo en Nube difumina constantemente las fronteras entre éste y los otros quehaceres que ocupan a sus distintos integrantes,  y permanentemente exige el desarrollo de tareas puntuales que se cuelan en la vida cotidiana de todos los que somos parte del proyecto: se inician campañas de reciclaje para juntar materiales; aparece la oportunidad de presentar un proyecto que moviliza las experticias de los distintos partícipes de Nube; se inventan nuevas modalidades de trabajo que implican nuevas jornadas de convivencia entre los miembros del colectivo, etc. Esta sinergia colaborativa puede resumirse con una imagen: Claudio, encargado de la producción de los videos del proyecto, caminando por Campus Oriente[9] con su polera Nube una mañana antes de la jornada de trabajo en el taller. Por otra parte, en el trabajo con los niños, estas primeras semanas resultan clave para construir vínculos significativos y potenciar procesos de apropiación e identificación con Taller Nube. Se hace taller, en definitiva, en la medida en que se construye un sentido colectivo de pertenencia a un proyecto. Las experiencias lúdicas, productivas y gozosas que pudimos observar durante el mes de marzo parecen abrir un buen camino en este sentido.

Fotografías por Bernardita Bennett. Estudiantes finalizando la actividad Poleras y mostrando sus resultados (2014).

Referencias

  • Ander-Egg, Ezequiel (1991). El taller. Una alternativa de renovación pedagógica. Buenos Aires: Editorial Magisterio del Río de la Plata.
  • Hernández, Gloria. Tallerear. En: http://hernandezgloria.com/tallerear/
  • Riaño, Pilar (2000) “Memorias metodológicas”. En: Revista de Estudios Sociales Nº7. Pp 48-70.
  • Sennett, Richard (2012). El artesano. Barcelona: Anagrama

[1] Esperanza Rojo (1989). Ha participado en exposiciones dentro de las que destacan A la sombra de la suculenta salvaje en Galería Aquí; Escombros plutónicos en Balmaceda Arte Joven; Fábulas de Neón en Casa Parque Villaseca y Concurso Arte Joven en el Museo de Artes Visuales. En el 2016 fue becaria de la DAAD y desde entonces vive en Alemania. Actualmente cursa el “Diplom” con especialización en Pintura en la HfBK Dresde. Entre 2013-2016 se desempeñó como Artista-profesora y Coordinadora de Proyectos en Nube Lab.

[2] Margarita Gómez (1989). Artista medial, audiovisual y docente. Es Licenciada en Arte (PUC) y Magíster en Investigación y Creación Fotográfica (U. Finis Terrae). Ha realizado cursos de profundización en danza, fotografía, video, programación y electrónica básica. Es fundadora y miembro activo del colectivo Electros. Ha realizado exposiciones y/o ponencias en China, Polonia, Alemania, Martinica y Chile. En Nube se desempeñó como Artista-profesora entre 2012 y 2016, fotógrafa entre 2016 y 2017 y encargada de registro fotográfico para investigación durante 2016.

[3] Antonia García (1983). Licenciada en Artes Visuales (PUC) y Magíster en Arte Contemporáneo y Nuevos Medios (Universidad Paris VIII). Desde 2007, paralelo a su práctica artística, desarrolla la educación de las artes visuales tanto en Chile como en Francia. En Francia funda la organización TRAMAR, dedicada a la creación, difusión y enseñanza del arte contemporáneo. Actualmente es profesora de artes visuales en el colegio Alianza Francesa. En Nube se desempeñó como Artista-profesora entre 2014 y 2016 y colaboró en la elaboración de material pedagógico y de evaluación.

[4] Javier Otero (1990). Es co-fundador del colectivo De Facto, fundador de Canvas experiencias creativas y Wolke Studio arquitectura textil. Realiza exposiciones individuales y colectivas desde el año 2012 donde destacan: Reacción en cadena, Espacio Vilches; Breve antología de artistas universitarios Galería Macchina; Casa de Fuerza, junto al arquitecto Franco Gherardelli en Cancha Santiago; De Facto, Feria Ch.ACO; Corpórea, Centro Cultural de Coyhaique y Premio Arte Joven Mavi. Trabaja desde 2014 en Nube donde se ha desempeñado como Artista–profesor y actualmente como Coordinador Nube Plaza, Coordinador Nube Va y Gestión administrativa.

[5] David Atencio (1990). Director Teatral e Investigador. Desde el año 2012, es director artístico de Cía. Tercer Abstracto, con la cual ha participado en diferentes circuitos nacionales – Festival Santiago a Mil, Ciclo Teatro Hoy, Centro Cultural GAM – e internacionales – Festival de Blumenau (Brasil), Casa del Lago (México), Watermill Center (Estados Unidos). Fue seleccionado por El Mercurio como uno de los 100 jóvenes líderes (2015) y obtuvo el reconocimiento Juan Mackenna Cerda (2014). Fue artista-profesor de Nube entre 2015 y 2018.

[6] Pablo Rodriguez (1987). Ha participado en exposiciones donde destacan: Yulele, Persona Curada Gallery (Londres); Everything you know about sculpture, South London Gallery (Londres); That same far place, ChezKit (Paris); C’est pas si loin, YIA Art Fair (Paris); Mahoma y la montaña, Galería Tajamar (Santiago) y Against a conspiracy of invisibilities, Galerie Sobering (París). Obtuvo Beca CONICYT para realizar una Maestría en Escultura en Royal College of Art, UK. En Nube se desempeñó como Artista–profesor, Contenido en salas, Coordinador de Artistas–profesores y Coordinador de Nube Plaza entre 2013 – 2017.

[7] Elena Loson (1980). Es Licenciada en Arte de la Universidad de Palermo (Buenos Aires, Argentina) y Magíster en Arte mención Artes Visuales de la P. Universidad Católica de Chile. Dentro de sus exposiciones cabe destacar Un muro más allá en Hache Galería, Buenos Aires (2018); Su aspecto es criminal, su corazón divino en Munar, Buenos Aires (2018), Imágenes de la distopía, Colección José Luis Lorenzo en Espacio Colón, Córdoba (2017); Eres Polvo en Fundación Esteban Lisa, Buenos Aires (2015). Fue seleccionada para participar de la residencia internacional URRA, versión mayo 2018. En Nube se ha desempeñado en distintas labores desde sus inicios en 2012 y actualmente es Directora de Contenidos.

[8] Ignacia Biskupovic (1987). Artista visual y educadora. Ha participado en distintas iniciativas que vinculan las artes y la pedagogía crítica, entre ellas Nube Lab y el Liceo Herbert Vargas Wallis en la Ex Penitenciaría de Santiago. Actualmente es Encargada de Vinculación con el Territorio en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende y docente de la Universidad Alberto Hurtado. Se desempeñó como artistas-profesora de Nube entre 2012 y 2014.

[9] Campus Oriente, ubicado en la comuna de Providencia, es la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Laboratorio de experiencias educativas que integra el arte contemporáneo con la educación para el desarrollo de comunidades creativas y sostenibles.

/Contexto festival
La idea del Festival Esculturas Juegos se originó a principios de este año 2023, impulsada por la determinación de Nube de transformar la forma en la que nos relacionamos con el arte, pasando de la mera observación a una participación activa a través de la experiencia del juego. Con esto en mente, diseñamos nuestro segundo programa de Residencias de Innovación Social, al que llamamos "De un arte para mirar, a un arte para jugar". Convocamos a seis artistas jóvenes a expandir sus trabajos hacia proyectos escultóricos para el espacio público: Javiera Álvarez, Ana Castillo, Felipe Pineda, Mariana Robert, Diego Silva y Florencia Varela, han trabajado durante siete meses bajo la guía de Nube, diseñando y produciendo esculturas concebidas para la interacción y el juego, apoyados por la arquitecta Francisca Cortínez y el equipo de Nube.

Al seleccionar el lugar para el Festival, decidimos volver sobre 11 esculturas ubicadas en la entrada del Parque y que fueron creadas en 1992 durante el Primer Simposio de Escultura Iberoamericana y del Caribe, iniciativa de Nemesio Antúnez y Francisco Gazitúa, organizada por el Museo Nacional de Bellas Artes. Aunque el simposio fue un hito significativo en la historia del arte nacional, estas esculturas han quedado en el olvido. Nuestra decisión de situarnos junto a ellas, busca destacar este patrimonio desde una visión renovada del arte.

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