El arte es un ejercicio de transformación, y en Taller Nube cualquier material puede convertirse un insumo para el arte.
- Texto escrito por Carla Pinochet Cobos (1983). Antropóloga social de la Universidad de Chile y doctora en Antropología de la Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana, México. Se desempeña como investigadora y docente en torno a dos áreas de especialización: la antropología de los procesos artísticos contemporáneos, y los estudios sobre prácticas culturales en América Latina.
“¿Estamos trabajando con basura?”, pregunta un niño al descubrir que aquellos retazos de madera, antes de convertirse en materiales para la creación artística, fueron las sobras y deshechos de un taller de enmarcaciones. La interrogante no admite respuestas sencillas, ya que el carácter de basura no es una propiedad intrínseca de los objetos, sino un estado por el que éstos pueden atravesar. Si la basura es aquello que no tiene un lugar o que no está en su sitio (Pardo, 2011), resulta necesario examinar los materiales que hacen posible Nube más allá de las paredes del taller. ¿Cuáles han sido los lugares de estos objetos, y qué desplazamientos atraviesan? Observar el ciclo amplio de las cosas —sus “biografías culturales”, en el sentido de lo propuesto por I. Kopytoff (1991)— nos permite entender que la experiencia de aprendizaje artístico en Taller Nube es indisociable de la idea de transformación.
El reciclaje en Nube. Fotografía de Bernardita Bennett.
Durante semanas, Elena[1] tocó las puertas del taller de enmarcaciones Arte Mundo en la comuna de Recoleta para recoger sus desperdicios: fragmentos de molduras, bastidores y marcos, que acumuló pacientemente en una esquina de su taller personal. Desde hace ya algún tiempo, Nube viene desarrollando un interés deliberado por el trabajo con objetos reciclados y/o de bajo costo. Por una parte, disminuir el presupuesto destinado a la compra de materiales hace posible que los recursos se inviertan en el capital humano, verdadero motor del proyecto. A la vez, se busca diversificar los tradicionales “materiales escolares” (témpera, lápices, blocks de dibujo, etc.), incorporando de forma creciente materialidades que provienen de los universos cotidianos de los niños. Como en las propias prácticas del arte contemporáneo, cualquier objeto es susceptible de convertirse en insumo para la experimentación y la búsqueda creativa. El ejercicio artístico puede emerger, de este modo, de los recursos más accesibles y ordinarios.
El reciclaje de los objetos no tiene que ver sólo con una dimensión utilitaria, pragmática o presupuestal. Estas prácticas de transformación descansan también en procesos de experimentación que constituyen un fin en sí mismos, ya que invitan a los niños a involucrarse activamente en la creación de nuevas realidades objetuales. Cuando los alumnos llegan al taller, los esperan en las mesas pilas de trozos de madera, que no tardarán en inspeccionar. El gesto constructivo emerge de forma innata entre los niños: se improvisan baquetas, pistolas y edificaciones precarias; las maderitas se convierten transitoriamente en ladrillos, herramientas y municiones. Los niños se adueñan de pequeños montoncitos de material y descubren en los fragmentos excepcionales los trazos de sus vidas anteriores: un pedazo plateado o dorado, un ángulo recargado de adornos. Bajo las instrucciones de los artistas-profesores, los niños reactivan los sentidos de esas materialidades en un contexto creativo. Van descubriendo las posibilidades formales de las piezas, y probando diversas operaciones y sus resultados. La adición y el ensamblaje son los conceptos rectores de esta actividad, y el desafío consiste en construir una forma que no tenga forma. “Esto no se parece a nada —le dice David[2] a su grupo, invitándolos a poner atención a la propia lógica del material— pero tiene un equilibrio. Lo único que hicimos fue buscar los espacios libres”. En esas operaciones, los objetos que aparecían inicialmente como dispersos adquieren unidad y significación en los trabajos de los niños. Se presentan entonces como “cosas”, en el sentido de lo apuntado por J. Bennett (2010): como entidades vívidas, animadas, no enteramente reducibles a los contextos en los que los sujetos las disponen. En sus procesos de juego y experimentación con las maderitas, los niños van encontrando soluciones constructivas particulares a partir de los imperativos del material: algunos trabajan sólo con piezas de algún tipo, que seleccionan con cuidado; otros intentan organizar los fragmentos en función de una idea preexistente. “Yo pensaba hacer un arco —me explica una niña a partir de su creación—, pero me fue saliendo esto”. Estos gustos y predilecciones deben lidiar con asuntos más prácticos o técnicos: lo que la cola fría permite pegar con éxito, lo que logra estabilidad suficiente. Así, los niños averiguan con sus propias manos que los materiales disponibles tienen agencia: así como favorecen cierto tipo de ensambles y hacen emerger determinadas formas, también dificultan algunos modos de construir y no admiten expresar algunas de sus ideas preliminares. Este diálogo entre la pulsión creativa y las posibilidades de las materialidades es una tensión que atraviesa no sólo el trabajo en Taller Nube, sino que a la práctica artística en su totalidad.
La experimentación en base a los objetos permite, a su vez, desarrollar en los niños formas inmateriales de plasticidad y flexibilidad. Un aprendizaje fundamental de Taller Nube es, en este sentido, la capacidad de identificar en el entorno inmediato múltiples recursos y herramientas para el proceso creativo, que pueden ser adaptados, modificados y convertidos para fines insospechados. La figura del artista visual ha guardado, históricamente, un estrecho vínculo con esta destreza: lo distingue su capacidad de “darle la vuelta” a las situaciones; explotar la reversibilidad de los signos; hacer de la carencia, virtud. Tras relatar a los niños el origen de las maderitas con las que en aquel momento estaban trabajando, Elena y un grupo de alumnos conversan sobre prácticas de reciclaje y reutilización. “La forma de ser creativo es resolver con lo que hay —les dice ella, enseñándoles el trabajo de una compañera articulado a partir de retazos particularmente delicados—. Tenemos que trabajar con lo que tenemos”. Esas búsquedas a partir de un conjunto de elementos dados estimulan en los niños nuevas formas de percepción y exploración de la realidad desde ángulos no tradicionales. Cualquier objeto cotidiano puede ser parte del universo Nube: lo que verdaderamente define la lógica del proyecto es una aproximación no clausurada a los insumos del arte, que admite otras formas de ver, organizar y significar lo disponible.
Niñas y niños realizando la actividad Maderitas (2015) en el taller de Nube. Fotografías por Bernardita Bennett.
Tanto objetos como niños se ven modificados tras su paso por la experiencia en Nube. Desde sus prácticas materiales más concretas a sus lógicas más abstractas, los procesos de transformación que tienen lugar en este contexto promueven una mirada activa e inquieta entre sus participantes. Les proveen, de esta manera, de recursos creativos que van mucho más allá de los insumos de cada actividad, y que en ocasiones se ponen al servicio de la diversión, del caos y la destrucción. En el grupo de los martes, las construcciones ensambladas se convirtieron en armas y proyectiles, dando paso a una jornada que Marge[3] describió como “el apocalipsis”. “Me porté mal —me confesó un niño, una semana después—. Empecé a tirar balas a mis compañeros con las maderitas como si fueran pistolas”. Así como las cosas del mundo cotidiano pueden devenir objetos de arte, también las creaciones artísticas reactivan a veces sus usos prácticos. Esta vez, un montón de fragmentos de marcos y molduras fueron a la vez arte y juego; construcción y entropía.
Referencias
- Bennet, Jane. (2010) “The force of things”. En: Vibrant matter. A political ecology of things. Durham: Duke University Press.
- Kopytoff, Igor (1991). “La biografía cultural de las cosas”. En: Appadurai, Arjun, editor La vida social de las cosas. Perspectiva cultural de las mercancías. México D.F.: Grijalbo.
- Pardo, José Luis (2010) Nunca fue tan hermosa la basura: Artículos y ensayos. Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
[1] Elena Loson (1980). Es Licenciada en Arte de la Universidad de Palermo (Buenos Aires, Argentina) y Magíster en Arte mención Artes Visuales de la P. Universidad Católica de Chile. Dentro de sus exposiciones cabe destacar Un muro más allá en Hache Galería, Buenos Aires (2018); Su aspecto es criminal, su corazón divino en Munar, Buenos Aires (2018), Imágenes de la distopía, Colección José Luis Lorenzo en Espacio Colón, Córdoba (2017); Eres Polvo en Fundación Esteban Lisa, Buenos Aires (2015). Fue seleccionada para participar de la residencia internacional URRA, versión mayo 2018. En Nube se ha desempeñado en distintas labores desde sus inicios en 2012 y actualmente es Directora de Contenidos.
[2] David Atencio (1990). Director Teatral e Investigador. Desde el año 2012, es director artístico de Cía. Tercer Abstracto, con la cual ha participado en diferentes circuitos nacionales – Festival Santiago a Mil, Ciclo Teatro Hoy, Centro Cultural GAM – e internacionales – Festival de Blumenau (Brasil), Casa del Lago (México), Watermill Center (Estados Unidos). Fue seleccionado por El Mercurio como uno de los 100 jóvenes líderes (2015) y obtuvo el reconocimiento Juan Mackenna Cerda (2014). Fue artista-profesor de Nube entre 2015 y 2018.
[3] Margarita Gómez (1989). Artista medial, audiovisual y docente. Es Licenciada en Arte (PUC) y Magíster en Investigación y Creación Fotográfica (U. Finis Terrae). Ha realizado cursos de profundización en danza, fotografía, video, programación y electrónica básica. Es fundadora y miembro activo del colectivo Electros. Ha realizado exposiciones y/o ponencias en China, Polonia, Alemania, Martinica y Chile. En Nube se desempeñó como Artista-profesora entre 2012 y 2016, fotógrafa entre 2016 y 2017 y encargada de registro fotográfico para investigación durante 2016.