“Una comunidad se construye sin darse cuenta.
Junto a otros que también miran con curiosidad.
El juego convoca. El hacer vincula.
Estar juntos se vuelve necesario.
No se trata solo de un festival.
Se trata de imaginar y practicar nuevas formas de vivir juntos.”
(Informe del Festival Esculturas-Juegos 2024, p.103)
Entre el 22 y el 24 de noviembre de 2024, el Parque Padre Hurtado —en la comuna de La Reina, Santiago— se transformó en un gran taller al aire libre. Durante tres días, más de 1.800 personas llegaron a jugar, crear y habitar de nuevas formas el espacio público, acompañadas por 70 artistas-profesores que guiaron una experiencia donde el arte, el juego y el aprendizaje se entrelazaron. Así se vivió la segunda edición del Festival Esculturas-Juegos de Nube Lab, una iniciativa gratuita que propuso una invitación poco común: experimentar el arte no como objeto de contemplación, sino como acción compartida; como posibilidad de imaginar, hacer y aprender con otros.
Con nueve esculturas-juego, tres talleres, dos ciclos de charlas y múltiples activaciones, el festival logró activar una experiencia colectiva que traspasó los límites del evento mismo. A través de estructuras creadas a partir de materiales simples y reutilizados, se abrieron espacios donde el cuerpo y la imaginación fueron protagonistas. Las personas no solo observaron: construyeron, se movieron, improvisaron, compartieron. Y algo en esa experiencia resonó.
Durante los meses posteriores, nos propusimos entender con mayor profundidad qué pasó allí. ¿Qué activó esa vivencia en quienes participaron? ¿Qué sentidos dejó en ellos y ellas? ¿Qué lugar ocupa hoy en sus memorias o prácticas cotidianas?
De esas preguntas nació un proceso de investigación junto a la antropóloga Macarena Pérez. A través de entrevistas semi-estructuradas, observación participante y un dispositivo interactivo especialmente diseñado —el Almacén de ideas— fuimos recogiendo y sistematizando las voces, emociones y reflexiones de quienes vivieron el festival. El resultado es un informe que reúne estos hallazgos y los organiza en cinco ejes, revelando el impacto del festival en sus distintas dimensiones: emocional, pedagógica, corporal, estética y comunitaria.
La investigación se propuso cuatro objetivos principales: conocer las ideas previas sobre el arte y cómo estas se transformaron tras la experiencia; identificar si las actividades fomentaron la expresión artística y la creatividad; indagar en el valor educativo percibido por los asistentes; y reconocer los momentos más significativos del festival según sus propias voces. Lo que emergió fue un mapa complejo, lleno de intuiciones potentes sobre el arte como motor de aprendizaje y espacio de bienestar.
Los hallazgos reunidos en este informe revelan cinco dimensiones clave en la experiencia del festival. Primero, la creación con las propias manos emergió como una fuente profunda de vínculo emocional. Al imaginar, construir e improvisar, las personas no solo ejercitaron su creatividad, sino que desarrollaron un fuerte sentido de autoría y pertenencia. Lo hecho con esfuerzo se valora más, se cuida, se quiere. En el Taller de Marcos, decenas de participantes decidieron enmarcar sus creaciones, como un acto que evidencia esta conexión.
En segundo lugar, el juego y el arte como vehículos de aprendizaje fue un aspecto que se manifestó con fuerza. En un entorno libre de presiones, donde primaron la curiosidad y la participación activa, niñas, niños y adultos aprendieron haciendo. Esculturas-juego como El mapa de las papas o La comunidad de las bacterias ofrecieron contenidos pedagógicos desde el hacer y el imaginar, demostrando que cuando el conocimiento se experimenta, se vuelve significativo y memorable.
El tercer hallazgo subraya el valor de transformar lo cotidiano a través de la creatividad. Materiales descartados —como calcetines, neumáticos o ropa usada— adquirieron nuevos sentidos al convertirse en elementos centrales de esculturas-juegos y talleres. Esta mirada, propia del Método Nube, propone que nada está realmente perdido si se observa con otros ojos.
El cuarto eje da cuenta del impacto del festival en el bienestar físico y emocional. A través del movimiento libre, la exploración sensorial y el juego corporal, las personas reconectaron con sus cuerpos como herramientas de expresión, comprensión y disfrute. Esculturas-juego como Cestas-mochilas, Hielo a la deriva o Achunte invitaron a moverse, correr, estar y reír, activando una sensación de presencia plena en un entorno natural y hospitalario.
Finalmente, el informe muestra cómo, a través del festival, se va configurando una comunidad en torno a los valores que promueve Nube Lab: el juego, el hacer, el ocio compartido, la colaboración y el cuidado. No es una comunidad previa ni cerrada, sino una red que se va tejiendo en la experiencia, cuando las personas se sienten parte de algo que las representa. Desde la Sala del Ocio hasta los picnics bajo los árboles, el ambiente del festival invitó a estar juntos sin exigencias. Esa sensación de sentirse bien y bienvenidos fue, para muchos, el motor para seguir compartiendo lo vivido, recomendarlo, volver el año siguiente o replicar lo aprendido en otros espacios.
Más allá de las cifras, lo que este informe muestra es cómo una experiencia artística situada, diseñada desde el juego y la colaboración, puede contribuir a tejer comunidad desde lo cotidiano y lo compartido. Los participantes hablaron de creatividad, de bienestar, de comunidad. Dijeron haberse sentido autores, capaces, en confianza. Compartieron momentos de disfrute, sorpresa y conexión. Y en muchos casos, lo vivido pareció dejar una huella: una nueva forma de mirar lo cotidiano, de valorar el hacer con las manos, de confiar en el juego como herramienta de vínculo y conocimiento.
En tiempos en que muchas formas de encuentro y diálogo parecen erosionarse, este tipo de experiencias cobran aún más valor. Nos recuerdan que estar juntos, jugar, crear y descansar colectivamente no es un lujo: es una necesidad. Y el arte —cuando se hace con otros, desde el juego, con materiales simples pero sentidos compartidos— puede ser una herramienta poderosa para sostener y regenerar lo común.
Actualmente, Nube Lab se encuentra preparando la tercera edición del festival. Este año, el evento cambió de nombre: de Festival Esculturas-Juegos a simplemente Festival Nube. No porque las esculturas-juegos hayan perdido relevancia —siguen siendo piezas clave de arte relacional y juego colectivo— sino porque el festival ha crecido: hoy es una experiencia más amplia, de encuentro, bienestar común y comunidad viva.
“No se trata solo de un festival.
Se trata de imaginar y practicar nuevas formas de vivir juntos.”
→ Revisa el informe a continuación: